Dolor articular, desánimo, entorno y soluciones para la mujer actual
Andar por andar, hacer por no hacer.
Un artículo de Carla Romagosa Manrique.
Las metas que nos ponemos las mujeres.
Hace un tiempo que le doy vueltas al tema de las metas nos ponemos las mujeres para realizarnos en cualquiera que sea el ámbito de nuestras vidas en el cual hayamos decidido eclosionar.
Algunas mujeres deciden ser madres y destinar gran parte de sus años a crear una familia para luego cambiar el foco hasta recuperar la carrera profesional y las aficiones que, por algún tiempo dejaron apartadas.
Otras, deciden (o se dejan llevar) por el afán de superación y reconocimiento profesional en un mundo altamente competitivo, exigente, retrasando la maternidad quien sabe si hasta que llegue una mejor estabilidad económica, una mejor pareja o simplemente hasta que “llegue si llega porque tiene que llegar”.
Mujeres activas y dinámicas con un ritmo que no da tregua.
Recuerdo el caso de Verónica de 46 años, una mujer dinámica, activa, preciosa, sin hijos, con óvulos congelados y ejecutiva de cuentas en una gran multinacional.
Ha pasado 20 años viajando sin parar. Tanto, que a veces le cuesta recordar si estuvo en aquella fiesta donde sucedió aquella anécdota que sus amigos de siempre recuerdan cada vez que se ven o, si más bien se la sabe de tanto escucharla.
Para mantener un cierto orden en su vida nómada, siempre ha procurado rascar algún running allá donde va, a pesar de ciertos episodios de ansiedad, del cansancio que acumula y las excesivas cenas de empresa que le desordenan su mundo, el que realmente quisiera para ella.
Tuve que ingeniármelas muy bien para hacerle comprender conceptos actuales tales como inflamación subclínica o estrés crónico y supe que debía hacerlo cuando me contó que se sentía culpable porque cada vez tenía menos ganas de correr y que, al llegar al hotel de turno, ya no buscaba el gimnasio sino más bien el teléfono del servicio de habitaciones para probar el Club Sandwich, tomarse una cerveza y dormir.
Estuvimos muy de acuerdo en algo esencial para la vida del viajero (o del viajante) y es que la calidad de la cocina de un hotel se puede medir por lo sabroso y apoteósico que sea su Club Sandwich, pero no tanto en sus cada vez más frecuentes atracones.
El eje cerebro-sistema inmune-muscular conviven en el mismo ciclo de energía.
Le expliqué entonces, algo interesantísimo que leí en una revista de formación y divulgación sobre fisiología, salud y rendimiento llamada Fissac, que contaba que el eje cerebro-sistema inmune-muscular conviven en el mismo ciclo de energía. Y que está en nuestras manos el hacer que la convivencia no se convierta en una competencia por una misma vía metabólica.
El caso es que el cerebro, que es el órgano que nos ha traído hasta aquí como seres humanos, necesita energía, gasolina, carburante… y resulta que,
si tenemos estrés crónico, toda la energía destinada a protegernos se va, pues el objetivo principal es sobrevivir.
O lo que es lo mismo, que se lleven a cabo las principales funciones vitales.
Es así, llevamos haciéndolo como especie durante milenios…
El estrés lo hace todo muchísimo más difícil.
Dicho de otra manera, el sistema inmune se comerá la energía para reforzar su escudo, rompiendo la convivencia con el cerebro, alterando nuestra voluntad para dejar de comer o para tomar la decisión de salir a hacer deporte, a correr en el caso de Verónica.
De eso se encarga el sistema nervioso simpático, de regular de forma involuntaria muchas de las acciones que tienen que ver con la contracción muscular y también con la respuesta del organismo ante situaciones de peligro, que requieran huir, ponerse a salvo.
Y lo hace activando la musculatura, aumentando la frecuencia cardíaca, la presión arterial y la sudoración.
Visto así, como la vida misma perseguida por un dinosaurio, explica porque cuando estamos estresados nos cuesta todo tanto.
Aflojar el ritmo para recuperar la vida.
Creo que logré suavizar la culpa de Verónica por no salir a correr y por comerse un sándwich tras otro, acompañados de cerveza.
Comprendió que no es tan fácil hacer ejercicio o dejar de comer estando estresada, que el tomar la decisión tiene implicaciones que van más allá de la voluntad, que a veces es preciso retroceder, aflojar el ritmo, para volver a emprender, ya sea la marcha, el running, el negocio, la familia o un nuevo embarazo.
Andar por andar, hacer por no hacer, aburrirse, respirar, apagar la mente, meditar, darse baños de naturaleza y volver.